Camila
Contra menos se estudia francés en España, más voces galas se cuelan en su vocabulario, a tal punto que el castellano se está tornando una sucursal chabacana del francés. Estomaga tanto affaire, amateur, argot, atelier, bébé, bistrot, boîte, bol, boucle, boutade, boutique, buffet, cachet, calembour, camouflage, canapé, chaise longue, chapiteau, chef, chic, cliché, collage, comme il faut, coupage, crème brûlée, crêpe, croissant, débâcle, début, déjà vu, dossier, élite, enfant terrible, ensemble, entrecôte, fétiche, foie y foie gras, fondant, gigolo, gourmet, habitat, hangar, impasse, madame, magazine, magret, maillot, marron glacé, massacre, matinée, ménage à trois, mousse, naïf, nécessaire, noir, parcours, partenaire, pastiche, performance, plafond, plateau, pot pourri, prêt-à-porter, rentrée, repêchage, retoucherie, rôle, roulotte, soufflé, souvenirs, suite, stage, tour, vaudeville, vedette, vis à vis, voyeur y voyeurisme, etc. cuando existen perfectos equivalentes en español. Sin hablar de expresiones y giros franceses de pura cepa servilmente calcados: apretar los dientes, bajar de la nube, bajar los brazos, bestia negra, cruzar los dedos, dar luz verde, hacer de las suyas, levantar el pie, llegar a las manos, pesos pesados, salvar los muebles, volver a la carga, etc... o de la disparatada aclimatación de ciertos términos, por ejemplo el horrendo "mascota" para designar a un animal de compañía.